El sueño continúa siendo una de las actividades más enigmáticas del ser humano, pese a que con los años la ciencia ha ido desvelando algunos de sus misterios.
Una situación evidente es el cambio en el estado de conciencia que sufrimos mientras dormimos. Pasamos primero a un estado de inconciencia, es decir de no ser, y luego a una realidad onírica con reglas bastante distintas a las que rigen nuestro estado de vigilia, en la que pese a todas las acciones que podamos desenvolver, nuestro cuerpo permanece externamente inmóvil. El significado de los sueños se ha postulado desde la realización de deseos reprimidos, por el psicoanálisis Freudiano, hasta viajes a otras dimensiones, a veces con significados premonitorios. Desde el punto de vista neurobiológico, tanto el sueño como la vigilia son en gran parte creaciones de la maravillosa mente que todos poseemos.
La función más evidente del dormir es la reparatoria. Con el sueño descansamos y cuando no dormimos lo suficiente, no solamente nos sentimos cansados y somnolientos, sino que también irritables, inatentos y desmemoriados. Incluso esto puede ocurrir, aunque durmamos las horas suficientes, si nuestro sueño es superficial o de mala calidad.
El avance de la tecnología, a través de la iluminación artificial y las pantallas, ha actuado en desmedro del buen dormir, lo mismo que las prolongadas jornadas de trabajo y de transporte en las grandes ciudades. Esto, además de generar ciudadanos cansados, favorece ineficiencia, estrés, enfermedades psiquiátricas e incluso Alzheimer, entre otros problemas.
Mi recomendación es tratar de acostarse temprano, dejando lo pendiente para la mañana. Dicen que a quién madruga Dios le ayuda y es cierto que luego del reposo del sueño, nuestro cerebro está en mucho mejor disposición para resolver tareas complejas; recomendación especial para los portadores Trastorno por Déficit Atencional, que suelen quedarse procrastinando hasta horas avanzadas, o prefieren trabajar de noche aprovechando la reducción de estímulos distractores.
La cantidad ideal de horas de sueño es variable para cada persona, pero no debiera ser menor a siete horas.
Dormir bien es una de las principales recomendaciones para mejorar la calidad de vida. Por lo demás, los amaneceres suelen ser más bellos que las bombillas y, de paso, ahorramos un poco de energía a nuestro alicaído planeta.