Desde una perspectiva científica, la espiritualidad se ha asociado a mayores niveles de bienestar y de salud general.
Uno de los aspectos más relevantes de la espiritualidad es la experiencia mística. Esta se define como el estado mental en que la persona, permaneciendo en vigilia, se desconecta de la fenomenología cotidiana, resultando en una sensación de plenitud, trascendencia, armonía y unión con el todo.
Si bien es cierto, muchas personas caen en este estado de manera espontánea, es posible inducirlo mediante técnicas de meditación, oración, hipnosis o substancias psicotrópicas.
Estudios científicos han encontrado que, durante este estado, se activan las regiones prefrontales del cerebro, normalmente encargadas de tareas de autocontrol de la conducta. Por otra parte, las regiones relacionadas con la percepción del mundo exterior (parietales) se aquietan. También se ha determinado un aumento de los neurotransmisores serotonina y endorfinas, normalmente asociados a buen humor y sensaciones positivas de paz y tranquilidad.
En estos días de incertidumbre y amenazas externas, una reflexión sobre el estado espiritual en que nos encontramos, puede ser de gran ayuda para nuestro bienestar, más allá de las consecuencias sobrenaturales en que cada quien pueda creer.